Tres moretones, algunos minutos de angustiosa extraviada y un dolor muscular generalizado fueron los estragos de mi primera rodada oficial. Y es que como a mi nadie me explicó que las clases de spinning no tenían nada que ver con las pedaleadas en el bosque, me aventé de valiente a un recorrido que además de advertir que era una distancia bastante considerable -60km-, era para un nivel intermedio. Claro, mi autoestima deportiva andaba muy por los cielos después de haber nadado 10km en el mar, pero lo que no tomé en cuenta es que nadar y pedalear no es igual, nadar es gozar, pedalear es… no sabía qué era pedalear!!!
Ahí nomás para que se den una idea de mi ignorancia
ciclista, apenas iba a estrenar la bici que me había conseguido desde hace 6
meses, que dicho sea de paso resultó ser una mediocridad de armastroste
comparada con la chulada que se consiguió mi novio para estrenar ese mismo día.
Estábamos buscando plan para festejar su cumpleaños y la rodada cayó perfecta.
Nos levantamos pues tempranito para irnos al parque El Refugio
y salir desde allá, él me decía que valía la pena el paseo tempranito por las
calles de la ciudad y como yo me sentía muy pudiente en eso de la condición
física le seguí la corriente. En este punto creo que vale la pena confesar que
en cuanto me subí a la bicicleta empecé a temblar, no sabía ni hacer los
cambios y empezar a andar me preocupaba bastante porque no lograba equilibrarme,
todavía no habíamos cruzado la avenida para empezar el paseo cuando yo ya había
tenido dos penosos destanteos en los que casi azoto. Ahora entiendo que el
asiento estaba muy alto y no alcanzaba a tocar el piso con mis pies, ah!,
porque claro que mi novio al ver la porquería de bici que yo tenía, decidió
prestarme la suya para que yo no le batallara, nomás que en su galantería
olvidó ajustarla a mis medidas. Ja!
Le pedía que me explicara para qué servían la palanca de la
izquierda y para qué la de la derecha pero él solo respondía que ahí le fuera
picando para que sintiera los cambios, así aprendería. Íbamos por Washington
cuando de plano entré en pánico, una vez que había aflojado los pedales no
encontraba la manera de apretarlos de nuevo. Supongo que en el argot ciclista
esto tiene un nombre, yo lo único que puedo decir es que yo quería darle más
duro pero parecía que los pedales estaban sueltos.
Total, aprendí quien sabe cómo y le seguimos. Ciertamente el
paseo por las calles fue muy agradable, casi nula exigencia y muscular y yo pude apreciar otra fotografía de la
ciudad. Llegamos a la subida de la entrada al bosque, y aunque fue larga y
pesada yo iba muy bien, asocié un poco la necesidad de agarrar un ritmo con el
ritmo que también se requiere para nadar largas distancias. Cuando llegamos a la entrada al bosque platicamos un poco con un muchacho amigable y
barbado, él desmintió mi idea de que esa subida eran los 3km pesados a los que
Carlitos se refería cuando nos contó que si lográbamos echarnos la primera
subida, lo demás ya era pan comido. Ya para entonces yo empezaba a dudar, pero
nimodo de hecharme pa´tras!
Arrancamos pues y el trecho más pesado –según Carlitos,
porque yo ahorita lo pondría a juicio- estuvo duro, pero no tan largo como me
lo imaginaba. Llegamos a una parte muy arriba del bosque donde ya el paisaje
era muy lindo. Me sorprendió la cantidad de banda que éramos en el grupo, me
pareció un fenómeno interesante, eran pequeños grupos de dos o tres personas
pero en total debíamos ser alrededor de sesenta. Ahí platicamos con un chavito
de Sonora, creo, y me gustó la vibra alivianada y fresca que percibí. Hasta
entonces nadie hablaba de lo que se veía venir, nadie se mostraba ni temeroso
ni precavido, pensé que en efecto, lo que venía ya era pura cosa fácil, total,
ahora sí, los 3km más pesados ya estaban atrás.
El trecho siguiente inmediato sí estuvo genial, largos
kilómetros de piso firme y parejito, subidas nimias y bajadas emocionantes.
Luego llegamos a los toboganes pero yo le mariconeé, mi novio si se fue por ahí
y aunque yo aparentaba estar muy tranquila por dentro estaba harto
nerviosa, sonaba como que los toboganes
estaban muy rudos, me dio miedito, la neta, de que se fuera a partir la cara. Pero
no, salió ileso y feliz.
Por el lado de acá, el fácil, estuvo increíble. Creo que fue
lo más divertido. Había unos descensos chidísimos, creo que sí estaban muy
empinados nomás que como que yo iba tan
“a madres” que no me alcanzaba a dar cuenta del riesgo, y aunque en ratitos me
sentía muy tensa, también percibía la excitación de la adrenalina. No podía
creer que yo estuviera haciendo eso, era una salvajada, estaba fascinada con el
viento en la cara y la fuerza en mis antebrazos para controlar el
manubrio. Hasta me alcancé a sentir pro.
Jajaja.
Hasta ahí creo que todo iba perfecto. Lo rudo vino después,
pues tres veces me caí, tres veces me caí, tres veces me caiiiiií, la primera fue por mensa, la segunda por el
lodo, la tercera ya ni sé. De todas me levanté como si nada, digo, no
estaba yo para hacer numeritos ni nadie para sobarme, pero fueron unos
trancazos “bien sabrosos”.
Hubo un cacho que no alcancé a disfrutar como me hubiera
gustado porque iba demasiado angustiada con mantener el equilibrio de la bici,
pero recuerdo que cuando entramos ahí me impregnó un olor a eucalipto
delicioso. O a hierbitas pues, da lo mismo. No estoy segura de que la imagen
que yo recuerdo sea la que en realidad existió, pero me parecía un pedazo de
selva en medio del bosque, muy húmedo, había muchos árboles y matorrales a
ambos lados del camino, troncos caídos que tapaban el paso y un arroyito. No
era tan cómodo circular por ahí porque a cada cinco pasos había que bajarse de
la bicla para brincar algún obstáculo, pero de regresar ahí me quedaría un rato
nomás a contemplar los olores y los verdes.
Me acuerdo que en ese pedazo le dije a Jonás –mi novio- que
dejáramos pasar a todos pues me estresaba mucho tener a la gente detrás de mi.
Pues gran error. Resultó al final que en efecto, todos se fueron adelante y
nosotros nos fuimos a un paso más tranquilo. Tan tranquilo que nos perdimos. Al
principio no veíamos a nadie adelante pero no había tanto problema porque
podíamos ver el camino bien definido, el problema fue cuando a la brecha se le
quitó la nitidez y a nosotros se nos
perdió la brújula. De repente llegamos a un cerro de piedra en el que más que
transitar había que escalar. Nos parecía medio loco que la ruta fuera por ahí,
pero en realidad ninguno de los dos habíamos visto otra opción, ninguna Y donde
hubiéramos podido desviarnos, nada!
Subimos temerosos pero con la fe de que más arriba alguien nos estaría
esperando, como lo habíamos hecho varias veces antes en el paseo. Pues nada. Yo
subí casi de rodillas y el Jonás tuvo que subir ambas bicis, porque para
entonces yo sentía que ya no podía ni con mis uñas. Al llegar hasta arriba
seguimos caminando un poco ya muy extrañados de no ver ni oír a nadie, y en mi mente ya empezaban a deambular las
imágenes un tanto paranóicas en donde nos perdíamos de verdad, en serio.
Pensaba que perderse en el bosque era de
las cosas que uno nunca creía que le podía pasar, pero quizás era el momento de
empezar a asimilarlo. Empecé a gritar “auxilio” un poco para que nos escucharan,
pero otro poco para manifestar mi estrés.
Gritar es liberador, de verdad. O bueno, así me pareció en ese momento.
Y bueno, pues estuvo padre porque aparte de todo sí sirvió. El Carlitos andaba cerca y nos rescató. Ahí nos alivió el alma diciendo que ya
estábamos muy cerca de nuestro destino final, pero creo que esa lección ya la
aprendí: nunca le creas al líder del grupo cuando te diga que ya casi terminas,
porque las situaciones difíciles no se acaban hasta que se acaban.
Llegar al pueblo no fue ni fácil ni cerca, pero al final
llegamos. Yo acabé con la boca seca, las cuatro extremidades acalambradas y un
hambre de la chingada, me imagino que mi novio acabó un poquito peor tomando en
cuenta la porquería de bici que se chutó, pero al final con gran satisfacción.
Ayer me preguntaba si ya estaba lista para el próximo
domingo, yo le dije que sí. Lo que no sé es si volverá a ser tan valiente como
para montarse en mi bici, porque yo no! Jojojo.
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